domingo, 8 de febrero de 2009

Todas las mujeres se llaman...

Nada más entrar por la puerta oteó el horizonte en busca de algo o de alguien que le alegrará la noche, estaba taciturno, ensimismado, más pendiente de lo que puedo haber sido que de lo que estaba dejando escapar, pero de repente giró la cabeza y allí estaba ella. Tras la barra se alzaba cual sílfide y mostraba su desparpajo sirviendo copas. Mostraba su belleza natural, aposentada en su recogido pelo rubio, con unos ojos azul averdosados rodeados por una línea negra finísima que acompañaban a su habitual sonrisa, todo ello conjuntado con una camisa roja y un chaleco azul vaquero, hacían de aquella estampa lo más espectacular de la noche.

La había reconocido al instante, era aquella chica que un año atrás había puesto sal y pimienta en esa noche tan fría de la meseta ibérica, esa chica que sobresalía en la fiesta por encima del resto y de la que, haciendo acopio de todo su valor, se había puesto a hablar con ella. Hablaron de lo eterno y efímero, de lo trascendente y lo mundano, de lo espiritual y lo material, hablaron de sus vidas, ella le contó que tenía una hermana gemela en Málaga y que estaba estudiando no sé que carrera, le daba igual, era un dato que no le ayudaría a salir del pozo en el que le habían metido sus ojos azules. De repente la chica desapareció, y las únicas referencias que consiguió de ella eran su cara y una exigua explicación que le proporcionó su primo, el cual le cercioró que tal hermana gemela no existía y le confirmo que había sido objeto de mofa o burla.

Pero aquella noche, pocos días después de noche vieja, sus caminos se cruzaron otra vez, él disimulo no haberla reconocido, pensando que ella tendría caras mucho más importantes de las que acordarse que la suya, pero cual fue su sorpresa cuando su primo ser acercó a pedir a la barra y obtuvo una reprimenda por parte de la camarera acerca de lo soso que había resultado aquel chico de aquella noche fría de noviembre, en la que se conocieron. Ni siquiera la había reconocido, ni le había felicitado el año nuevo. Ese simple gesto, ese detalle endiablado, le cambió por completo la concepción de la noche, pasando de olvidable a recordable.

Como niño en pañales, se acercó a la barra e indicó que no había olvidado su enorme belleza y que tenía muy presente su encuentro nocturno. Se dieron dos besos de cortesía, y él le preguntó por su hermana a lo que ella respondió que se encontraba bien en Málaga. No volvieron a cruzar palabra en toda la noche, en cambio no pararon de lanzarse miradas maleducadas.

Al alba, en la vuelta a casa, quisó indagar acerca de la desconocida, y le preguntó a su primo cual era su nombre, a lo que el primo respondió "Se llama como todas las mujeres..." Esa noche ella no había olvidado su cara y él se acordaría por siempre de dos cosas, de su cara, y de su nombre, Cristina.

2 comentarios:

_monik_ dijo...

parece una historia real, no se si me equivoco.
tengo apuntado que quedamos mañana, ¿lo podems pasar al jueves plis? tengo práctica de kamikaze (coche) mañana.

http://www.youtube.com/watch?v=vuE5bciVDT0

dime algo via msn, blog, facebook... pero dime algo!

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Naarukii dijo...

Ooola!!
Es genial lo que escribes!!! y sii parece una historia real, muy mal k no kieras decir más eh!
Yo a ver si empiezo a escribir un poko en el mio, k parece k me acostumbre a escriber solo kada Agosto d kada año jajja y sobre el mismo tema:S jiji

Deuu!