viernes, 5 de marzo de 2010

Amargo olfato

Los hielos de su refresco se derretían formando una especie de charco alrededor de su vaso. Hacía un calor asfixiante para estar solamente a principios de verano, el trajinar de la gente arriba y abajo no había cesado en todo el tiempo que llevaban sentados en la terraza, a su alrededor las otras mesas llenas conformaban el paisaje característico de aquella zona, en cambio para él no había nadie a su alrededor. Ni siquiera ella. No había parado de hablar en todo el tiempo, sin embargo su voz entraba en su cabeza de manera anodina y rutinaria, era un simple murmullo, un conjunto de sonidos inefables que le habían acompañado durante las horas de siesta y que hacían más fácil el conseguir conciliar el sueño, aunque estuvieran en un lugar público.

Su cabeza asentía impasible con un movimiento rutinario de detrás hacia delante. No sabía de que estaban hablando, apenas oía, mucho menos escuchaba, la única retro alimentación que había era la que salía de coger la última frase de cada párrafo que le soltaba y a partir de ahí conseguir hacer una pregunta más o menos interesante y filosófica, que le permitiese corroborar que estaba atento a lo que su compañera le iba explicando y que a la vez le diera cuerda para poder seguir hablando sin necesidad de mas interlocución que el consiguiente movimiento pendular de su cabeza.

El hielo seguía impasible su camino hacia su estado líquido cuando de repente un olor se introdujo por su nariz atravesándola de inicio a fin e incrustándose directamente en su corazón, en su estomago, sin pasar por el cerebro ni ningún otro órgano mayor. Era un fragancia reconocible para su sentido, olvidada para su cerebro y dolorosa para su corazón. En un segundo se trasladó dos semanas atrás y pudo visualizarla. Rubia, ojos azules, pelo corto, tenía la teoría de que únicamente a las chicas guapas de verdad les quedaba bien el pelo corto, camiseta negra debajo del vestido corto verde turquesa, zapatos de tacón. Sin anillos, con reloj y pulsera a juego con el colgante de oro blanco, cinturón a juego con los zapatos, ambos negros. Había sido un fin de semana fuera por trabajo y se había topado con ella, tan solo se le acercó para preguntarle si tenía fuego y eso fue suficiente para comprobar que la atracción sexual se notaba de aquí a Lima.

Cerró los ojos para lograr que el perfume permaneciese unos segundos más en el ambiente, para lograr cogerlo entre sus manos y bailar con el un vals. Pero al abrir los ojos la cotorra seguía allí, sin callar en todo el tiempo, aún se preguntaba como podía seguir al lado de ella si le había quitado todo lo que le gustaba. Le había alejado de sus amigos, ya apenas salía con ellos, no hacía otro oficio que estar con ella, únicamente estaba ella en su vida, programándolo todo sin dejar margen a la improvisación, esa que él tanto detestaba, sin dejar que él opinase, ya que no tenía personalidad, ella decidiría por los dos. Sus celos no le permitían poder llevar una relación cordial con antiguas compañeras de cama y su inseguridad no le dejaban hacer nada de lo que tanto deseaba. Por eso ese fin de semana no la había echado de menos, por eso la maldecía por no dejarle marchar.

Pero a quien pretendía engañar, esos no eran argumentos, eran falacias. Era tan cobarde, tan ruin, que era mucho más fácil echarle las culpas de todo a ella. Si no veía a sus amigos o no salía con ellos era porque el tampoco ponía mucho de su parte, le daba igual, ya estaba bien así, ella no se lo impedía. Igual que iba a jugar a baloncesto podía ir de fiesta. Pero le gustaba esa situación, ese papel, sino lógicamente no lo haría, no habría aguantado tanto esa situación. Le encantaba eso de tener novia y llevar una doble vida aparentar ser el mejor novio y quedar con sus ex a hurtadillas y chatear con ellas por Internet, y explicarles su malestar y prometerlas que por ellas cambiaría.
Era un alma libre, que ya estaba acomodado a esa situación se sentía como pez en el agua, estaba hecho para estar en pareja y le daba una pereza terrible tener que empezar de nuevo, su conformismo era mayor que su deseo y su falta de ambición hacia el resto.

Era increíble como simplemente gracias a una fragancia podían agolparse en su mente tantos recuerdos en teoría olvidados y provocarte aquel revuelto de sentimientos, unos agradables, otros tristes, melancolía, deseo, nostalgia, rabia e impotencia. Solo tenia una salida, una solución para salir de este callejón sin salida, y era el momento oportuno, había una tomado una decisión. Cariño, ¿vamos a dar un paseo?

4 comentarios:

_monik_ dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=jZIoxw0ca9E

el amor... solo tiene las 4 letras cuando es verdadero;
lo demás, son fórmulas de subsistencia en las que los sujetos se dejan llevar por el conformismo y las bajas pasiones...

viva el loco que inventó el amor!!!!

Sara sin aditivos dijo...

no he entendido bien el texto mi tampoco por que si te gustan morenas te empeñas en que a los protas les gusten rubias

Anónimo dijo...

s'anyora noves històries

Sara sin aditivos dijo...

estic amb l'anònim