miércoles, 14 de octubre de 2009

Contrato social

Daniel se afanaba en buscar vuelos baratos para poder hacer una escapada de fin de semana cuando su móvil vibró por tres veces, era un mensaje urgente, desesperado, que promovía el encuentro en el bar más cercano en el menor tiempo posible. A pesar de no haberse visto en el último mes, acudiría raudo y veloz a dicho encuentro, debido al contrato social, tácito que no legal, que había contraído con Elena, estaba obligado a acudir en su auxilio en el menor tiempo posible tan pronto esta hiciera ejecución de la cláusula correspondiente.

Bajaba las escaleras de dos en dos, mientras en su cabeza los hermanos Marx jugaban con su memoria recordandole que la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte y es que desde el primer momento había ido permanentemente al rescate de Elena siempre que ella le había necesitado.

Ante la carencia de atracción sexual por parte femenina en el primer encuentro había recurrido a la atracción emocional, pasando a ser su mejor amigo. Los logros eran espectaculares, abrazos, caricias, cenas, películas, paseos en atardeceres, conversaciones hasta el alba, secretos exclusivos, miradas cómplices. Todo lo que comporta una gran amistad, eso es lo que ella sentía y lo que él pretendía, que fuera algo más, sin reconocer que la primera impresion, en terreno sentimental, no se cambia nunca.

Caminaba por la calle hacía el bar cuando la misma escena anterior se le vino a la memoria, esta vez sabiendo que la parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte, y que siempre estaría enamorado de ella. Por mucho que intentase alejarse de forma premeditada, por mucho que rogase a su ex volver, jurando que la amaba y que lo de Elena era una simple amistad, además, pasada. Pero su actitud con la mujer que le quería era distinta a la que tenía con Elena, ahora era cruel, altivo, altanero, prepotente, despreciativo, olvidadizo, perezoso, arisco...Era su alter ego quien mantenia la relación, solo por el hecho de que la veia segura, sin temor a perderla, con todo ya hecho, en cambio con Elena había que ir trabajando cada día, siempre con Elena en la cabeza.

Hacía una hora que permanecía con Elena en aquella mesa del bar. Ella entre sollozos y lágrimas le iba explicando sus vivencias más recientes mientras él asentía con la cabeza siendo lo más empático posible. Aquella noche sería larga, irían juntos a cenar y a sofocar las penas con alguna bebida espirituosa. Ya iba siendo hora de marcharse de aquel lugar, es entonces cuando Daniel se levantó, se dirigió a la barra y le dijo al camarero ¿Cuanto vale la fanta de la chica? Ya la pago yo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

1'50€, caballero

_monik_ dijo...

que dura es la vida...
y que malas las mujeres
¬¬

por algo dicen que la esperanza es lo último que se pierde

*

Anónimo dijo...

precioso....lo que daria ahora mismo por tener a ese amigo ..