martes, 16 de diciembre de 2008

Que dios te bendiga

"Dejad que las mascotas se acerquen a mí" Pronunció esta frase en lo alto de una loma ante los ojos expectantes de miles de fieles y fue entonces cuando tomó conciencia de que era el mesías de una nueva religión, la del mascotismo.

Una religión que tenía como evangelistas indirectos a las mujeres que habían pasado ante sus ojos o habían llegado a sus odios. Y es que uno puede formar opinión en base a su experiencia pasada, a la experiencia pasada de otros o en función de lo aguda que sea su intuición, la del mesías era excelente, no obstante se resfriaba en ocasiones y la intuición se le atrofiaba.

Unas evangelistas le habían dicho que acababan de salir de la secta de un sacerdote que no les convenía, que después de mucho tiempo se habían dado cuenta que no era como pregonaba ser y que en ese momento no querían iniciarse en ninguna nueva religión, que les bastaba con asistir regularmente a los pregones, tomar la eucaristía, confesar los pecados y hacer propósito de enmienda, pero que les daba pavor el bautismo.

Otras evangelistas, en cambio, adulaban al mesías con palabras bonitas y gestos copiosos, buscando la aprobación, la absolución de sus pecados y la condescendencia en sus actos. Obtuvieron la condescendencia y gozaron con su satisfacción otorgándole al hombre la categoría de cielo, era tan buena persona, tan amable, atento, sereno y cariñoso, que les parecía un cielo.

Pero las evangelistas mienten, un día están contigo y al día siguiente te enteras que ya quieren a otro Dios, que ya adoran a otra religión, justo ellas que habían dicho que no querían empezar ninguna iniciación en cualquier fe, puesto que estaban cansadas de la última secta de la que habían salido, se adhieren a la primera creencia que encuentran en la esquina ajena a la tuya.

En aquel punto de abandono de la fe, el mesías, anteriormente conocido como cielo, se subió a la loma y pronuncio el discurso de fundación de la Iglesia del mascotismo. Una Iglesia basada en el amor fraternal entre hombres y mujeres, un celibato casto y puro de sus fieles masculinos, y con un mandamiento único, debes poner el hombro para que ellas lloren, para que nosotros nos llevemos las penas y el diablo, la gloria.

1 comentario:

_monik_ dijo...

o soy muy tonta o este texto es tan íntimo que no dejas ver realmente lo que qioeres transmitir.
Que conste que e sla tercera vez que intento comprenderñp y me quedo con las ganas.

Me ha gustado, eso si, el matiz de la gloria... muy fino.

en este momento está sonando: Hell or Glory, I dont want anything in between.

cuidate
espero noticias tuyas*